El hombre que cazaba palabras

Algunas veces uno siente necesidad de decir algo sobre las personas admiradas. Eduardo Galeano nos ha legado una obra inigualable, comprometida, humana. Escritos donde busca la palabra esencial, la frase certera. La historia surge en él sin maquillajes. Cuentos, poemas o reflexiones que nos hacen vibrar cuando los oímos o leemos. Son incontables las palabras que mi voz pudo decir gracias a él. Escribió tantos relatos tiernos, desgarradores, inquietantes, sangrantes, hirientes… Nos abrió las venas de América latina, para que viésemos su verdadera sangre correr silenciosa. Mordazas que ocultaban a tantos ninguneados, a muchos olvidados. Nos enseñó a los nadies, a los que nunca vemos. Aquellos que, como las pulgas, soñaban con poder comprar un día un perro. Nos destapó los miedos. Y nos vimos reflejados. Acechando en cualquier esquina de la vida. Nos enseñó los secretos de los abrazos. Alegres frases que se enredaban por el cuerpo. Nos habló de la injusticia, de la represión y de la niña que llevó pájaros prohibidos a su padre preso. Nos dio la mano, como el indiecito niño a su padre, para ayudarnos a ver el inmenso mar. El mar de palabras que supo crear. Nos enseñó a mirar con ojos de niños, como si estrenáramos la mirada en cada una de sus historias.

Nos habló de un hombre enamorado de una estrella y nos hizo ver que no hay amores imposibles, solo hay que vivirlos intensamente. Las estrellas no comprenden que vivamos solo un instante. Solo por eso se van de nuestro lado. Nos contó también de los secretos del primer hombre y la primera mujer.

Quiso ser futbolista o santo cuando soñaba que un día se haría mayor. No pudo, no supo decía aflorando un amago de sonrisa irónica en sus labios. Sólo pudo ser escritor. Cazaba historias como quien caza mariposas volátiles, fugaces. Luego las aderezaba y nos las servía aromatizadas con los mejores ritmos. Así se convirtió en un constructor de voces. Ventanas de palabras que nos llevan a viajes impensables. Sus relatos hablan del pasado y de lo que iba a suceder. Hablan del camino hacia la utopía.

Y siempre queda la esencia, quedan las palabras… Las únicas e inequívocas. Solo aquellas que valen mas que el silencio.

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