Los últimos niños de 2015

Y se va el año.

¡Qué rápido ha pasado!

Se nos va la vida sin darnos cuenta.

Frases hechas que se repiten año tras año. Las oímos y las reproducimos sin darnos cuenta del sentido, como si el continuado uso les hubiese robado el significado.

¡Feliz año nuevo! Solemos también decir los últimos días del año viejo o los primeros del nuevo sin desearlo de veras. Parece que olvidamos el profundo significado de los rituales y nos convertimos en papagayos de un desaforado consumismo que nos deshumaniza.

Había pensado escribir sobre las cosas buenas que nos ha dejado año que se va, pero solo vienen a mi mente niños, niños, niños.

Ellos, los más desvalidos, los más sinceros, los poetas locuelos capaces de ver corderos en las nubes o hadas en las gotas de lluvia, son una vez más las víctimas de la maldad, de la brutalidad humana. Parece que el año finaliza dominado por una codicia desenfrenada que parece no conocer límites.

Mientras comemos un plato exquisito, conducimos el coche o leemos la prensa digital digerimos noticias que parecen sacadas de una crónica negra y surreal. Son palabras que hieren y se incrustan en los lugares más dolientes de la memoria para salir a visitarnos en momentos inesperados.

Un niño en una playa, abandonado por la vida, cuando quería huir del sufrimiento. Imagen imborrable de la inocencia truncada. Una niña que muere en la barcaza que la traslada hacia el mundo libre cuando el cruel traficante tira su insulina al agua. Niñas raptadas para convertirlas en esclavas de crueles soldados. Son, quizá, noticia un día; olvido serán pronto. Y un niño que aprendió a jugar con pistolas de plástico que la industria de la juguetería creó. Y un agente de la ley que olvidó que él también había jugado con esa pistolas soñando ser policía. Ciego de ira disparó otra pistola que no era de juguete. ¡Otro niño muerto inútilmente que importa al mundo! Al parecer la justicia de los adultos no creyó que fuese muy grave que un hombre blanco matase a otro niño negro.

Son los últimos recuerdos del año que se va. Son la memoria de lo que hicimos. Son los últimos niños de los que habló la prensa en 2015.

Una acre sabor inunda la boca pensando que todos tenemos alguna responsabilidad en la construcción de este mundo enloquecido.

Aseguro que deseaba escribir sobre las cosas buenas, sobre los días hermosos del tiempo que se ha ido, pero solo vienen a mi mente niños, niños, niños…

Aunque tenga el espíritu malherido también quiero desear a los lectores de estas reflexiones desordenadas felicidad para los días venideros, pero en un mundo sin niños tristes, humillados y explotados, en un lugar sin fronteras ni miedos, sin codicia ni sufrimientos.

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