Comienza el curso

Con cierto olor a otoño y con la luz del cielo tiñendo de tonalidades suaves el paisaje se anuncia la llegada de septiembre.  Se intuye una nostalgia ya en los ademanes de otro verano que se va. Y una incierta esperanza de encontrar algo nuevo, algo renovado en el curso que comienza, revolotea en la mirada.

Nada más dejar pasar unos días de septiembre comienza el desconcierto. El coletazo veraniego nos sorprende sin sorpresas. Todo sigue igual. Como una canción gastada los programas radiofónicos, las tertulias de televisión, incluso las conversaciones cotidianas, están teñidas de desesperanza. Mientras conducía hacia el trabajo escuchaba el debate parlamentario, con cierto optimismo esperaba escuchar algo nuevo. Todo igual. Parecía escuchar las palabras que se dijeron hace meses. Se discutía sobre cuál era el partido más mentiroso, cuál el más corrupto, quién el más culpable… ¿En qué se ha convertido la política? ¿Tienen tiempo para trabajar por el bienestar de los ciudadanos? ¿Les queda un momento para reflexionar sobre su labor?  Me pregunto también si no cejan un momento en la lucha por el poder y piensan en su compromiso en trabajar por un mundo mejor, por una sociedad más justa.

Las elecciones son la época de lucha por el voto, los años de gestión son la lucha por la ciudadanía, por regalarnos un mundo más justo, tolerante, vivible… El poder que el pueblo otorga con el voto no es el beneplácito para mandar y ordenar a mansalva. Es el poder para hacer política y hacer política es hacer ciudadanía, educarnos, cuidarnos y velar por la naturaleza y el mundo. Lo otro debe estar en manos de la justicia. De una justicia que camine rápida, sin dejar que la prensa amarillee las horas de asueto del pueblo y nos llene de chismes sobre corrupción. La corrupción es asunto, o problema, de la justicia, no de la política.

Con una incierta desazón comienzo el curso. Otra vez oiré los mismos debates, otra vez los mismos nombres seguirán llenado horas de noticias, y no pasará nada. No caerán los culpables. Apago el televisor mientras tarareo soñoliento el tango Cambalache:

Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el quinientos seis y el dos mil también, que siempre ha habido chorras, maquiavelos y estafaos…  

La melodía ronda mi cabeza, las palabras taladran mi corazón.

¿Te ha gustado este contenido?. Compártelo: