Los niños de la playa
Acabo de entrar en Twitter para jugar con las palabras como suelo hacer cada día. Es mi particular
juego literario. Hoy no pudo surgir el juego. Una noticia hizo que me perdiera en un mar de desesperanzas y de tristezas. «El niño de la playa» me remitía al periódico El mundo. Accedí a través del enlace y un video me mostraba la dureza de un niño de escasos años ahogado en una playa junto a otros inmigrantes que huían de la miseria y la destrucción. Solo buscaban la vida en la estable Europa. No habían cometido otro delito que querer vivir.
Aquel cuerpo exangüe en brazos de un soldado simbolizaba toda la ceguera, toda la ambición humanas.
No podía reaccionar ante la imagen. Algunas lágrimas pugnaban por salir de mis ojos, que aún estaban atónitos ante la crueldad de la vida.
La necesidad de hacer algo me arrebató el sueño y el niño de la playa volvía a mis retinas cansadas de un mundo tan despiadado.
¿Cómo podemos permitir que ocurra esto en una sociedad que llamamos civilizada? O, quizá ¿es ésta la forma de civilización que hemos creado?
Y seguimos en nuestras fiestas, en nuestros entretenimientos, en nuestros egoísmos mientras otros seres humanos, iguales a nosotros, huyen hacia la incertidumbre. Y tantos niños en tantas playas serán solo una noticia para entretener nuestras suculentas sobremesas. Y no pasará nada, no cambiaremos nada. Seguiremos hablando de la corrupción como si fuese un serial televisivo.
Nos preocupará el desenlace de las ansias nacionalistas de algunos políticos, veremos las colas de personas en las puertas de Europa y no serán otra cosa que un problema para la estabilidad y el orden. Y los políticos se reunirán en sesiones inútiles y sus asesores buscarán frases adecuadas para no herir sensibilidades.
No puedo dormir y recuerdo el poema de Espronceda: «allá muevan feroz guerra/ ciegos reyes/ por un palmo mas de tierra…» Y lo recito mentalmente hasta que pierde sentido.
Y seguirán los niños de la playa siendo efímeras noticias de tediosos telediarios.
Y no cambiaremos nada. Nuevos soles saldrán cada mañana a calentarnos.
Y no aprenderemos que las fronteras solo son cicatrices que los egoísmos humanos han abierto en la tierra.
Y no aprenderemos que el niño de la playa podría ser cada uno de nosotros.
Hoy no tengo ganas de juegos literarios.