Ardientes deseos

Muchas veces la ilusión construye grandes monumentos. Tabla a tabla fue surgiendo el drago de los sueños. Y a la madera se le fueron pagando palabras. Venían de no sé dónde. Algunas las traían las hadas que revoloteaban en aquel mundo ideal, creado por instantes que parecían eternos. Se incrustaban en las cortezas como si nacieran dentro de la madera. Eran palabras venidas de muchos lugares. Incluso algunas llegaban de mundos imaginarios.

Parecía que otras habían nacido dentro del árbol. Viajaban escritas con savia oscura y milenaria. Afloraban entre rugosidades y vetas. Sonreían. Lloraban. Suplicaban. Pedían indulto a las llamas algunas. Otras hacían piruetas con el viento.

Pero nacieron de las manos de niños inocentes, de niñas soñadoras, de adultos que aparentaban incredulidad, de bromistas que dejaban traslucir una tierna sonrisa, de tristes que buscaban consuelo, de enamorados tímidos, del arrebato irrefrenable o de tantas ilusiones… ¡Cuántos deseos ardieron!

Las palabras quedaron allí y las llamas las convirtieron en piruetas de fuego y aire. Danzaron en la oscuridad de la noche y se convirtieron, por instantes, en estrellitas chispeantes engullidas por la oscuridad.

Los deseos escritos con tintas de colores ardieron en la noche mágica, ahora regresarán convertidos en realidades.

 

Palabras para el drago de Luigi Stinga.

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