La casita de papel
Alguna vez en septiembre las tardes de domingo huelen a libros, donde se roza el latido de palabras que invitan a la reflexión, a la complicidad y a la rebeldía. Para que ocurra el prodigio solo se precisa que, un grupo de tertulianos, se reúna en “La Casita de Papel” que ha brotado en una azotea de la calle de la Cruz. Y dejarse mirar por “la otra”, la de verdad, la de desgastado cuerpo, que los años y la desidia han dejado arrugar, aunque unos árboles, ángeles custodios que apuntalan su dignidad, la siguen manteniendo en pie con el vigor de sus raíces y la inclinación protectora de sus ramas.
La tarde se desgrana en voces, mientras nos aproxima a aquella tinerfeña visionara que fue Mercedes Pinto y, en geografía de sentimientos, casi cien años después, nos habla de patria… nos regala su concepto de Patria, en estos tiempos sombríos en la que tanto la hemos desgastado. Versos que se posan en los libros que nos acompañan… versos que nos habitan la piel y con los que comulgo plenamente:
El estado del alma de los seres
dice cuál es la patria.
La patria es la que tiende
la mano al caminante;
la patria es aquel suelo
donde se encuentra redención y aliento;
¡la patria es una tierra,
cerca o lejana,
donde se enjugan lágrimas candentes
y se convierten en ardientes besos…!
Como olas embravecidas nos llegan sus versos al emigrante. Y nos vuelve a sorprender y a deslumbrar la fuerza de su palabra:
¿Sabes para que vengo hasta tus playas?
¿Sabes por qué atravieso la distancia
que separa mis montes elevados
de tus valles fecundos?
No es en busca de gloria ni riquezas,
ni a conquistar la fama, a lo que llego;
es algo más humilde
que olvidaron los grandes y los fuertes.
Revivió esta tarde Mercedes Pinto en La Casita de Papel, mientras ardían en nuestras manos las palabras que se escapaban de su libro, “Él”. Un alegato espeluznante contra los malos tratos. Renació su espíritu reivindicativo y luchador para decirnos: “Ven acá dolor, tan injustamente tratado por los hombres; acércate a mí que tan bien te conozco”.
Cae la tarde cuando disfrutamos de la contemplación del libro álbum de Marit Törnqvist: “Algo con lo que nadie había contado”. Y mientras debatíamos, descubrimos la necesidad de cuidar a los demás como tarea que humaniza.
Dulcineo, el gato tertuliano, ronroneaba despidiéndonos, cuando un compañero puso en nuestras manos un libro de finales del ochocientos, rescatado de la basura hace más de veinte años.
Dulce García Borges